Cuando Gran Bretaña abandonó formalmente la Unión Europea (UE) el 31 de enero de 2020, sus partidarios lo celebraron como una restauración de la «soberanía británica», pero el Brexit ha dado un nuevo impulso a la desintegración del Estado británico, con el aumento del apoyo a la independencia de Escocia y a la unidad de Irlanda. La UE, aunque en general simpatiza con estas aspiraciones, ha permanecido en gran medida pasiva debido a su instintiva aversión a la ruptura política. Es posible que esta postura tenga que cambiar.
La frontera irlandesa ha causado graves dificultades tanto durante las negociaciones del Brexit como desde entonces. Una nueva frontera porosa de la UE en una zona post-conflicto, amenazaba el mercado único y la unión aduanera de la UE y exigía soluciones imaginativas. La respuesta final, el «Protocolo sobre Irlanda/Irlanda del Norte» del Acuerdo de Retirada del Brexit, negoció un escenario recogiendo «lo mejor de ambos mundos»: proteger el Mercado Único, la economía regional, la jurisdicción británica y los derechos establecidos en el Acuerdo de Viernes Santo de 1998.
Sin embargo, el imprudente trato de Gran Bretaña a la frontera y al Norte de Irlanda ha dado un nuevo impulso al debate sobre la unidad irlandesa.
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